18/7/07

El engaño produce estragos

Si hasta este momento a usted le ha parecido que el fingimiento es un juego inocente y hasta cómico, que uno puede dejar cuando quiera, es tiempo de mirarlo de frente.
Es tiempo de reconocer el sutil y no tan sutil daño que produce.
Las máscaras no son meramente algo que oculta lo que realmente somos, sino que rapidamente llegan a ser un gran bulto sobre la espalda que va adquiriendo cada vez mas peso.
Probablemente, el efecto mas devastador del fingimiento sea el daño que produce en las relaciones interpersonales.
Para entender esto, pensemos en cómo son las personas libres.
Ellas se preocupan mas por cómo son, que por cómo aparentan ser.
Se ríen, lloran y expresan sus reacciones de modo natural, sea por causas positivas o negativas. No temen el futuro ni tampoco viven ansiosas por las nuevas circunstancias que pueden producirse.
Son así porque han aprendido el secreto de disfrutar de una vida llena de amor, expresada con espontaneidad. Son personas innovadoras y originales. Aunque a menudo dejan ver sus imperfecciones, también dejan una cierta fragancia de sinceridad y veracidad a dónde fuera que vayan.
Pero el disimulador habitual es todo lo contrario.
Qué puede ocurrirnos como resultado del temor a una comunicación abierta con los demás ?
Cerramos con llave las puertas de nuestra casa por temor, pero hacemos lo mismo con nuestra alma. No solo sospechamos de los desconocidos, sino que también mantenemos lejos a nuestros amigos.
No damos lugar a que nuestra alma juegue.
Somos cautelosos, no sea que los demas nos tomen por necios. nos mantenemos prevenidos para que nada nos sorprenda. Mantenemos frenadas las riendas del alma para no encontrarnos en circunstancias que escapan a nuestro control. Nos aterra sentir demasiado gozo, nuestra risa es incierta, y nuestros afectos vacilantes. Abrimos la mano, pero el corazón está cerrado.
Nuestro orgullo nos refrena de la vida, que siempre nos resulta extraña por su novedad, para no vernos avergonzados. Vivimos ansiosos del futuro, y , por lo tanto, no podemos disfrutar del presente. Nuestra buena reputación nos enseña a mirar unicamente lo externo de las personas, no sea que sus almas vean la nuestra. Tememos al fracaso mas de lo que amamos la vida, y , por tanto, nos resistimos a las grandes aventuras.
Somos cuidadosos en hacer lo que siempre hemos hecho o lo que hacemos con destreza. Nunca rompemos con la torpe repetición de la rutina. La nueva creación en Dios queda postergada ( Samuel Miller -Life of the Spiritp. 19, publicado en N.Y. por Harper, 1951)
Estas áreas de tu vida también necesitan ser redimidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario